Galicia entre lineas


Este pasado fin de semana han sido las elecciones al parlamento gallego, y si bien este espacio no pretende sentar cátedra al respecto de opiniones políticas, permanecer al margen en un momento en el que “como siempre” hacer política es absolutamente todo no es sino un acto de cierta hipocresía.

En mi opinión, en momentos convulsos como los que vivimos la respuesta a la situación no se encuentra este domingo en las urnas, sino el día siguiente, y el siguiente más, y todos los que vendrán. Olvidarnos de ejercer la ciudadanía entre elecciones y circunscribir la construcción de la sociedad que queremos a la “oportunidad” del voto es un error que desafortunadamente ha calado en la sociedad y que solo contribuye a colocarnos ante el gobierno que finalmente tenemos y que resulta coincidir, por inacción cívica, con el que decidimos tener.

Y mientras, crece el malestar por razones obvias, a saber:

La lectura de los medios de comunicación generales dan una victoria “sin paliativos” al PP, con una mayoría absoluta “amplia” en Galicia. Olvidando, de forma interesada en mi opinión, que con estos mismos resultados (45% del voto) el PP perdió el gobierno hace solo dos legislaturas. Y que la mayoría absoluta es solo de diputados, ya que no es la “mitad más uno” de los votos emitidos ni de lejos.

Yo pregunto: 
¿Cuál es el fantástico fenómeno de funambulismo político que hace entonces poner y quitar gobiernos? ¿Es sensato calificar todo esto de “aplastante, sin paliativos, holgada, amplia” y un largo etcétera de adjetivos similares? ¿No es acaso el gobierno gallego un resultado de la “desconcentración” de votos, osea, del final del tripartidismo?
Pero hay más, mucho más. El PP ha perdido 130.000 votos. Más que habitantes tiene la tercera ciudad de la comunidad autónoma (Ourense). Casi tantos como votos ha recibido la 4ª fuerza política (BNG con 145.000). Este chorreo de votos perdidos son el 20% del electorado del PP en las últimas elecciones. Osea, que 1 de cada 5 votantes del PP se han arrepentido de votar a esta fuerza política en solo 3 años.
Cuando se refieren a la victoria del PP como “un cheque en blanco de Rajoy” o un “espaldarazo para Feijóo” ¿Se puede hacer una lectura más sesgada?
Y continúa. Resulta que el voto en blanco y nulo se ha duplicado. Pero es que resulta que ambos juntos superan el 5% de los votos, osea, merecerían tener presencia en el “parlamento” ya que es el 5% el techo de apoyos exigido por al ley electoral Fraga. El voto blanco ha pasado a ser la 5ª fuerza política y el nulo la 6ª. Por encima de 22 partidos con su programa, sus candidatos, su aparato y su todo. La gente les ha dicho, preferimos el vacío. 
¿Acaso no es este un motivo para preocuparse?
Por último, decir que desde mi punto de vista se desangra la primitiva democracia del estado español con un 36% de abstención. Siendo malos, muy malos, concluimos que al partido al que la injusta, imparcial e interesada ley electoral ha dado el gobierno lo han votado en realidad el 28,4% de los electores. Osea, 3 de cada 10 (redondeando al alza), o dicho de otra forma, lo que 3 quieren es lo que hacen todos los demás. 
¿Es esto sensato, justo, razonable, democrático? Y lo más importante ¿Es legítima una mayoría absoluta que no es la mayoría absoluta de los votos y un gobierno elegido por 3 de cada diez votantes? ¿A nadie le inquieta el hecho de que el votos en blanco y nulo suponga el 5% del voto emitido y que la abstención sea en realidad la opción más elegida? ¿No es acaso mejorable un modelo de sociedad en la que se pregunta a la ciudadanía una vez cada 4 años y en el que las opciones de fiscalización de la "cosa pública" son nulas o en el mejor de los casos ineficaces? 
Por todo ello principalmente, crece el malestar en el seno de la ciudadanía que cada vez encuentra en opciones alternativas, con programas rupturistas y propuestas radicales el lugar por el que quiere ir. En este sentido, la lectura de “Xose Manuel Beiras” después de la noche electoral se me antoja la más acertada: “Eiquí comeza a derrota do PP no estado”. Y no me refiero al PP en particular, sino la opción continuista que representan los partidos tradicionales, con sus aparatos y sus fórmulas obsoletas de contar y recontar los votos y sobre todo, de tener en cuenta a la ciudadanía, o mejor dicho, de no tenerla en cuenta.

Si otras propuestas hacen realidad lo que proponen, y su papel en el parlamente se convierte en la voz de la ciudadanía de forma participada y directa, la premonición de Beiras encontrará el camino de los cientos de miles exhaustos de tanto teatro y de tantas verdades a medias.

Decía Saramago que la democracia no es un punto de llegada, sino de partida ... por tener estas “ideas ideológicas” lo exiliaron. En Galicia asistimos al exilio voluntario de una población que quiere salir de una vez de esta estación llamada “democracia” en dirección a la política del siglo XXI.