A la sombra de Caldera Blanca

Trekking_Lanzarote

Al final del camino costero, 15 km después de haber dejado El Golfo como una pequeña mancha en el horizonde de casas achaparradas en medio de un mar de lava encontramos la playa de las Malvas. Un lugar lejos de todo a donde solo llegó un cartel que dejaba bien claro que "aquí no se puede acampar". En el parquing, se apiñan las furgonetas y los toldos bajo los que buscan las sombra los niños que juegan en la arena, los adultos tiran las cañas desde algún risco cercano y ponen su piel tostada al sol del medio día.

Estábamos cansados, pero la sensación más frustrante era la de no ser capaces de encontrar agua dulce por ninguna parte. A la salida del Timanfaya, recuperamos una pista de tierra que comienza a trompicones desde la costa, la seguiriamos con la esperanza de encontrar alguien que nos diera "agua". Lo conseguimos a penas 1h después y gracias a eso fue posible buscar otro lugar para pasar la noche a la sombra de la Caldera Blanca sin tener que abortar la marcha que ya se prolongaba 3 días.

Dos litro y medio fue suficiente para beber y cocinar algo para el desayuno, sabiamos que pronto por la mañana nos esperaba "la civilización", hasta entonces, disfrutariamos de un cielo azul que se iba tiñendo de colores lentamente. Detrás, un volcan de los anteriores a la erupción del Timanfaya, en la frontera del mar de lava, en una tregua que habían dejado a su paso las coladas. Dormiriamos con la ilusión de pensar que quizás bajo aquél escompro de roca quemada algún día hubiera habido una playa.

26 km habiamos hecho aquella jornada, pero por fin, la espalada reposa horizontal sobre una esterilla de espuma de 2 cm que en estas condiciones, es nuestro pequeño colchón de "latex" de última generación... un lujo, al alcance de todo el que quiera permitírselo.

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